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Por Miguel Pulido
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El problema de las crisis por espionaje es que son altamente corrosivas, no son vulgares escarceos o forcejeos políticos. Así lo muestran contundentemente otras experiencias. Hay que recordar que al de México no es al primer gobierno (espía) que le estalla un escándalo de estas características.
Salpicados por todo el mundo, en años recientes, hay por lo menos una veintena de ellos. Algunos más famosos que otros, desde Perú hasta Luxemburgo, pasando por Colombia, República Checa o Macedonia. Aunque cada caso tiene las características y particularidades propias de su contexto, tienen puntos en común.
Como estos:
1.- Los casos siempre implican redes y escalan a altas figuras de la política.
Vigilar ilegalmente y hacerlo de manera sistemática requiere altas inversiones, redes y operadores. Por eso se usan aparatos de Estado creados con ese propósito. Los casos siempre revientan por un aspecto operativo minúsculo, pero las responsabilidades toman una espiral que asciende de forma endemoniada. El espionaje político siempre tiene detrás una figura con poder y, cuando es descubierto, derrumba a varios notables.
2.-El espionaje ilegal nunca viene solo: este tipo de vigilancia no es sino una expresión rabiosa de autoritarismos corruptos.
Los gobiernos que espiaron ilegalmente son los mismos que realizaron negocios indebidos, los que no respetaron las reglas de la democracia, los que además de robarse el presupuesto querían -o lograron- controlar a la mala a sus adversarios. El espionaje es la punta de entrada a una madeja de acciones ilegales.
3.- En el espionaje político nunca se espía poquito y no se respeta a nadie.
En México, muchas personas deben sentirse ahora mismo invadidas. Y si no, deberían. Los que espían lo hacen con los adversarios, con los aliados, con los enemigos, con los rijosos, con los que no representan riesgo. Con todos. No se husmea un aspecto de su vida, se les hurga en todo. Absolutamente en todo.
4.- La sospecha de espionaje incomoda, pero cuando queda demostrado arrastra todo a su alrededor.
Al descubrirse, la vigilancia intrusiva empieza sembrando dudas por aquí y por allá. Uno a uno, van sumándose casos hasta que la cosa toma fuerza y tarde que temprano los naipes del castillo vuelan por los aires. Como dice Walter Kirn, de The Atlantic: si no estás paranoide, estás loco. Y, en paranoia o bajo agravio, no puede hacerse política.
5.- Los escándalos de espionaje no sólo dinamitan el campo político en su entorno inmediato, fácilmente se judicializan y brincan fronteras.
No importa si fue en Siria, China o Sudáfrica. Hay casos judiciales contra compañías en Estados Unidos, en Francia, incluso en contra del gobierno del Reino Unido por vender tecnología a gobiernos corruptos. En el mundo hay una red internacional preocupada por el descontrol de estas prácticas. Ya hay varias condenas. Por más que quiera tratarse como un asunto local, siempre termina siendo un enjuague internacional y de muchas complicaciones legales.
El escándalo amenaza con inflarse y Peña Nieto no da avisos de entender la dimensión del asunto. La que se viene.
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