Una obviedad que merece tener en cuenta: la derrota fue de tal magnitud, que no solo perdieron en porcentajes y puestos políticos. Se trató de un repaso que los dejó a todos sin aire y sin saber bien que fue lo que sucedió. Claro, fueron derrotados. Pero en la médula de ese proceso se cuestionó su esencia, su razón de ser y su visión de México.
Los perdedores de entonces, se quedaron un buen rato tendidos en la lona. Quizás aún lo estén, atolondrados por la paliza que recibieron. No saben como recomponerse todavía. Ahí están, haciendo como que están de pie y dando una nueva lucha. Redescubriendo su naturaleza democrática y señalando con dedos inflamantes al gobierno.
López Obrador no fue un ganador caballeroso, que le estrechara la mano a sus contrincantes de entonces. Al contrario, desde el comienzo se ha encargado de menospreciarlos. No a sus ideas, eso se entendería, en caso de que existieran. Sino su razón de ser. Parece que el presidente pone en entredicho su legitimidad para ser en lo público. El desdén presidencial no se satisface. La confrontación, propia del populismo, es parte de su naturaleza. Y por ello busca oposiciones por doquier. Lo suyo es el contraste.
Y hemos entrado en un diálogo de sordos. Nadie se escucha y los decibeles deben aumentar cada vez más, para que la voz propia, sin importar el contenido, tenga algo de resonancia. Estamos en un griterío de ocurrencias o en una batalla de desaires. La medida de la retórica presidencial es tan baja y de mala calidad, pero todos juegan a su ritmo.
Una oposición de nivel y calidad, es una de las premisas fundamentales de cualquier gobierno democrático. Lo hace elevar sus estándares de reflexión y debate. Y si la que tenemos insiste en jugar nada más a los dedos que se apuntan, todos perdemos. Incluido el presidente, porque no tiene rivales de altura. Y sabemos que de los enemigos se aprende, pero ¿qué puede aprender el presidente de esta oposición? Nada, por eso busca en otras partes.
Y es tal la necesidad y urgencia de liderazgos de oposición, que encumbramos a cualquiera que levante la mano, incluido a Felipe Calderón. Es de una amnesia escandalosa. Necesitamos una oposición articulada y crítica, con ideas, fundamentos y argumentos. Que pasen por encima de las lides de las conferencias mañaneras y propongan algo sustantivo para México. Los que tenemos ahora, se quedan muy cortos. Lo contrario, que es lo que tenemos, es insistir en la visión de un solo hombre. Así nuestro presente y si nada cambia, el futuro para México.
Foto: Javier Lira