Está en todas partes. Una vez más Joaquín “el Chapo” Guzmán se convierte en el eje central de la discusión pública. No es cosa que sorprenda. La acumulación de poder que logró, sus espectaculares fugas, el circo mediático en su entorno –Hollywood incluido-, la brutal violencia que ha desatado, la impunidad que lo rodea y un largo etcétera lo convierten en un tópico obligado.
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En México, desde hace diez años, peleamos una guerra contra el narcotráfico. Una apuesta que se ha concentrado en abatir a estos grupos y que, a su paso, ha dejado miles de muertos y de desaparecidos.
Por largo tiempo, Apatzingán será asociada a la idea de barbarie.
Su nombre ha sido incluido –tristemente- en la dolorosa y larga lista de eventos de sangre y drama en nuestro país. Un brillante reportaje de Laura Castellanos, publicado por tres medios de comunicación (Proceso, Aristegui Noticias y Univisión), vuelve a poner luz sobre los hechos violentos ocurridos el pasado 6 de enero en esa ciudad.
El 20 de marzo, una noticia volvió a dar cuenta de las durísimas circunstancias que viven y vivirán millones de personas cuya situación migratoria es irregular en los Estados Unidos. El gobierno de Donald Trump anunció que revelará dos listas
