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Corrupción

Afanes del conocimiento científico: ¿para qué?, ¿para quiénes? A propósito de la Guía de búsqueda de personas

AUTORA: ALEIDA HERNÁNDEZ CERVANTES *

Hace unos días se presentó en la UNAM la Guía de búsqueda de personas desaparecidas con enfoque en la verdad y la justicia[1] (la Guía, en adelante), elaborada por el Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF[2]) que está integrado por especialistas de distintas disciplinas de las ciencias sociales entre ellas antropología, arqueología, sociología y derecho. Después de la presentación –a la que asistí- me quedaron resonando cuestionamientos que, me parece, están muy relacionados con la coyuntura actual en la que se encuentra el campo científico mexicano: los afanes del conocimiento científico ¿para qué?, ¿para quiénes?, ¿con quiénes?, ¿desde dónde?
Estas preguntas merecen respuestas complejas que tengan en cuenta múltiples aristas, sin embargo, por los limitados alcances de este escrito, me concentraré en plantear que el trabajo académico representado en la Guía puede ser una dirección en la cual encaminar nuestros afanes académicos, sobre todo por el momento crítico que vive el país. Explicaré por qué.
La Guía de búsqueda de personas desaparecidas con enfoque en la verdad y la justicia, como su nombre lo indica, es un pequeño pero muy sustantivo texto que tiene el propósito de servir de guía a quienes estén en la tarea, por demás dolorosa y difícil, de buscar personas en calidad de desaparecidas. Esta Guía, por lo tanto, sería útil (y desafortunadamente ya lo es) a familias y acompañantes que están en búsqueda de sus seres queridos. Así lo hizo notar Verónica Rosas Valenzuela (del Colectivo Uniendo Esperanzas Estado de México y madre de Diego Maximiliano Rosas Valenzuela, desaparecido en el Estado de México en 2015) durante la presentación del texto en el CEIICH-UNAM: “si yo hubiese tenido esta Guía, las cosas hubiesen sido un poco más fáciles en medio de mi dolor”. Verónica tiene toda la razón. Si bien con nada se podría atenuar el dolor de no saber dónde se encuentra un hijo y qué pasó con él, haber tenido a su alcance una herramienta como esta le hubiese permitido saber desde el inicio de su búsqueda la existencia de dos leyes clave en estos casos: la Ley General de Víctimas y la Ley General de Desaparición Forzada de Personas y Desaparición Cometida por Particulares. También hubiese tenido conocimiento de en qué consiste su Derecho a la verdad y a la reparación integral, del papel que tienen los familiares en la búsqueda, así como de cuál es la ruta de búsqueda de personas desaparecidas. A su vez, la Guía le hubiese dado elementos relativos a las técnicas arqueológicas para la búsqueda y recuperación de personas desaparecidas.
En efecto, la Guía ofrece conocimientos básicos sobre identificación de los restos óseos, sobre el papel de la genética en la identificación humana y la forma en la que se puede evitar contaminar las muestras. También cuenta con un apartado en el que se explica qué es la cadena de custodia, qué obligaciones impone para autoridades y particulares relacionados con la investigación de los hechos, las etapas de preservación y procesamiento, cuál es el papel del peritaje, entre otros temas. Al final del texto de 79 páginas, se ofrece una guía práctica de observación para quienes no son técnicos ni peritos especializados pero que pueden participar en el proceso. Las autoras de la guía se implican con una sensibilidad y conocimiento extraordinario del “terreno” que están pisando: el humano. Como muestra un botón: “Entonces, ¿cómo podemos colaborar del proceso quienes no somos técnicos o peritos acreditados y ¿de qué manera podemos contribuir? Si estamos presentes en los momentos del hallazgo o en una exhumación tenemos de nuestro lado una gran herramienta: la observación” (p. 68). Esta forma empática, clara, puntual y sintética en torno a temas tan especializados como el proceso penal o identificación de restos óseos -por ejemplo-, se observa en todo el texto y nos lleva a pensar que las autoras tienen muy claro a quiénes está dirigido el manual. Estos afanes académicos tienen destinatarios claros: las personas que necesitan –en medio de tanto dolor- de sus conocimientos y habilidades para continuar una búsqueda que, en primera instancia, es el hallazgo de su ser querido, y en lo subsecuente y no cosa menor, su acceso a la justicia y a la verdad de lo ocurrido.
Las personas que estamos en el campo académico podríamos aprender mucho de este tipo de trabajos, porque nos ayudan a tener presente algunas preguntas: el conocimiento ¿para qué? ¿para quiénes? ¿qué utilidad tendrá o qué necesidad atenderá?
Las preguntas anteriores cobran mayor sentido cuando se plantean en el campo científico de un país como el nuestro: con múltiples desigualdades, que vive desde hace muchos años en un contínuum de violencias extremas, corrupción y saqueos institucionales. Lo anterior ha llevado al rompimiento del tejido social; es decir, los vínculos que teníamos entre unos y otros en la colonia, el barrio, el pueblo, la comunidad, la ciudad, la escuela, el trabajo, están severamente lastimados, están rotos, y esto provoca desimplicación en la vida de los demás. En lugar de cuidarnos entre nosotros, nos cuidamos unos de los otros. En ese sentido, también una parte de la academia ha actuado desimplicándose de los grandes problemas nacionales. Resultó más fácil y cómodo atender los temas que indicaban las agencias de cooperación estadunidenses y europeas cuyos énfasis no estaban en la comprensión y resolución de las desigualdades estructurales, mucho menos de las distintas violencias que hemos padecido las últimas décadas en el país. Además, los procesos de evaluación académica se neoliberalizaron a tal punto que en muchas ocasiones nuestros afanes académicos empezaron a orientarse solo por criterios instrumentales y cuantitativos: ¿cuántos puntos me dará este trabajo para el sistema nacional de investigadores?; si publico, será mejor hacerlo preferentemente en inglés porque eso cuenta más para los sistemas de evaluación. Los circuitos de “consumo” se dan entre nosotros, entre la “élite académica”. Se nos olvidó el para quiénes construimos conocimiento. Lo empezamos a hacer sólo teniendo en el horizonte a nuestros posibles evaluadores técnicos. Se nos olvidaron las personas y sus necesidades. La torre de marfil se hizo cada vez más torre y más de marfil.
Estas reflexiones me rondaban al escuchar a integrantes de la presentación de la Guía, en la que se encontraban la directora del CEIICH, Guadalupe Valencia, la coordinadora del evento y también coautora del texto, Liliana López López, asimismo Verónica Rosas, Diana Bustos, Amalia de Montesinos y los distintos colectivos organizados que asistieron como público. Se me revelaba un trabajo articulado en colectivo, a partir de acompañamiento a las familias dolientes y desesperadas en su búsqueda por la verdad y la justicia; un trabajo producto de estudios a profundidad sobre los temas, pero sintetizado de tal modo que se convierta en una herramienta útil para las personas, ayudando a resolver problemas sociales específicos. Este trabajo lo agradecían y lo celebraban de viva voz las personas que lo usarán, no el sistema nacional de investigadores, no la élite ilustrada archiespecialista.
¡Cómo hemos perdido la brújula en la academia!, pensé.
Ojalá se multipliquen este tipo de trabajos. Ojalá se multipliquen los Grupos de Investigación como el GIASF.

*  Investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.
[1] Las autoras son integrantes del GIASF, May-ek Querales (antropóloga social), Carolina Robledo (socióloga), Liliana López López (abogada y socióloga), Alejandro Arteaga (arquéologo forense) y Albertina Ortega (antropóloga forense). La Guía está bajo la Licencia de Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 internacional y puede descargarse en la siguiente liga: https://drive.google.com/file/d/1eKQCkOA3bfW67gdc0K3fPHwkWC1Vz3fH/view?fbclid=IwAR2n0A2epNq6GzyL3T_WM8pCZhV1uVxJ8TfOaiNRc8KJFM94xvd9R6oWWio
[2] El GIASF está integrado además de las autoras de la Guía, por Aída Hernández (antropóloga social) quien estuvo a cargo de la revisión técnica de la misma.

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