Muchos quisimos creer que López Obrador era otro, que había cambiado. Que el candidato del cállate chachalaca, después de 12 años, sería diferente. Uno con sentido de transformación que construyera hacia el futuro. Un líder con visión de Estado que edificara a partir del cambio que se presumía urgente. Pero su proyecto más que cualquier otra cosa, es de anulación.
La medida de un líder se halla en su capacidad para construir. Su legado será en función de su propia cimentación, como preludio del futuro, para que los que siguen, coloquen lo propio en lo que ya se ha avanzado. No permanecen las intenciones ni las ideas, esas si acaso pueden inspirar. Subsisten las obras, que trascienden el tiempo de los hombres.
Es importante darnos cuenta y hacernos conscientes de nuestros quebrantos y fracturas internas, como el racismo, la desigualdad, la impunidad y corrupción. Es fundamental porque es lo que somos, una sociedad profundamente corrupta y dispareja. Pero igual que el fondo, importa la forma. La manera en que abordemos nuestras rupturas y problemas, definirá las reconciliaciones del futuro. Porque a eso debemos aspirar, a ser una sociedad de iguales en armonía.
López Obrador sin duda ha puesto el dedo en muchas llagas y como la verdad no peca pero incomoda, es una de las causas por las que genera tanto rechazo en algunos. Pero el detalle está en como lo hace. Porque para unos y otros, no cabe duda que la confrontación es su método y estilo. Su forma es la polarización.
El presidente está desbaratando lo mucho o poco que hemos creado, tanto instituciones como formas sociales. Nuestro drama es que no lo sustituye con nada, que no sea división. Busca edificar un futuro en el vacío. Como él es la medida de todas las cosas y la arrogancia es su pulso principal, esta desarmando sin construir nada a cambio. Si no lo entiende, es irrelevante; si para el no es importante, es inexistente; si no lo cree, no tiene razón de ser. Su convicción concluye en irresponsabilidad.
Su proyecto es él, la transformación está en su mente y no hay institución que se compare a la amplitud de su imaginación. Como se mira el presente, López Obrador no nos encamina hacia un futuro mas igualitario y justo, menos corrupto e impune. Andamos hacia un tiempo sin cimientos, uno vacío en donde habrá que volver a comenzar.
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