López Obrador imagina un momento futuro en el que nos dirá a todos, se los dije. Algo así como, ya ven, siempre tuve la razón, pero no me quisieron hacer caso. Que nos cerrará la boca, hayamos estado o no con el.
Esto bajo el supuesto de que ahora está tomando las decisiones difíciles, que implican muchos cambios de fondo. Claro, una transformación debe ser dolorosa, si se trata de parir una nueva época y una nueva república. Y muchos, los que no estamos con el, no lo comprendemos. Nos encontramos ansiosos por regresar a las formas de antes, a la corrupción, a la inseguridad y a la impunidad que tanto nos ha beneficiado. Por supuesto que no coincidimos con esa frase que parece evidente “por el bien de todos, primero los pobres”. Faltaba más, si los beneficios deben ser en primera persona.
Y es que a los que no nos cuadran muchas cosas, somos ciegos, sordos y, sobre todo, mezquinos y egoístas. No queremos ver la verdad aun cuando se nos presente desnuda a plena luz del día. Estamos en contra de la transformación del país. El letargo en que vivimos es tan brumoso, que no podemos mirar otra realidad.
El en cambio tiene mirada panorámica. Lo ve todo desde lo alto y en forma tal, que conoce las pulsiones precisas de la historia. El es la historia, la conoce y la moldea a su antojo. No es para menos, es su destino. Y quienes sin ningún viso crítico lo admiran, así lo reconocen. Se envergadura es de tal magnitud, que es mejor no hacerse el entendido. Pero sí es necesario defenderlo, porque en el está un futuro más luminoso para la patria.
No importa si son decálogos estériles o que se asuma como un apóstol de nosotros. El presidente divide, porque es necesario distinguir el rebaño de los lobos hambrientos. Hay muchas cosas que desconocemos y su lucha, la verdadera, se da en otro frente. Contra los poderosos en serio y ahí, se justifica todo. En los símbolos declara intenciones solo visibles para los más agudos. Hay una batalla entre fuerzas secretas y a eso se dedica nuestro presidente.
No lo entendemos porque somos muy simples y muy básicos. No nos da para tanto. Es eso, o que realmente estamos tan corrompidos que nos es imposible ver la vida de una forma más humana y solidaria.
Hoy los números no le favorecen, todos los índices están donde no deberían estar. Ah, pero es que es parte del proceso, es el dolor de la renovación. O bien, son los estertores de las fuerzas malignas que no lo dejan ser en plenitud. Pero ya verán, piensan el y sus devotos, llegará el tiempo en el que nos agradecerán y deberán pedir perdón por su falta de fe. Cualquier crítica es podredumbre espiritual e ignorancia.
Tal vez no, en su mente no existe un momento en que nos dirá, se los dije. Quizás su reino no sea de este mundo y la redención es para unos pocos, los que dejaron todo y lo siguieron.
Foto: Plumas Atómicas